El mercado laboral reporta un cambio estructural, pues cada vez son menos las personas que su trabajo les es remunerado por medio de un salario fijo y en simultáneo se incrementa el número de empleados que ganan por proyecto ejecutado.
Aunque el fenómeno se viene reportando desde hace varios años a nivel global, la pandemia aceleró este proceso, ya que la crisis económica generada por el brote del Covid19 destruyó miles de empleos formales.
Para la solicitud de suspensión de contratos laborales, en Guatemala el Ministerio de Trabajo ahora exige a las empresas una declaración jurada firmada por un notario.
De acuerdo a representantes del Ministerio de Trabajo y Previsión Social (Mintrab), el documento legal se solicitará con el objetivo de obtener información exacta de las empresas, cuyos empleados aspiran a beneficiarse del programa.
Entre 2018 y 2019 la tasa de desempleo en el país no varió significativamente, pues disminuyó en apenas 0,3%, al pasar de 2,8% a 2,5%.
Datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Empleo (ENEI 1) del 2019, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), precisan que al momento de efectuarse la encuesta la población desempleada era de 179 mil personas, cantidad que es menor a las 194 mil registradas en la ENEI I del 2018.
En las economías avanzadas el empleo es cada vez menos estable, mientras que en las que están en desarrollo se profundizan las políticas públicas en sentido contrario, lo que estimula el crecimiento de la informalidad y, paradójicamente, del desempleo.
EDITORIAL
"Es la economía, estúpido".
Usaremos la ya célebre frase acuñada por el estratega de la campaña de Bill Clinton contra George Bush, para poner de manifiesto que el voluntarismo paternalista que está de moda en la gran mayoría de los países de la región, el único efecto que logra es marginar de la economía productiva formal a cada vez más personas, con un efecto final empobrecedor. La globalización exige cada vez más competitividad, lo que solo se logra utilizando con máxima flexibilidad todos los recursos, entre ellos el humano. Esto, que en sí mismo es inhumano, es una realidad que no debe obviarse en la definición y ejecución de las políticas públicas de empleo, si se quiere que sean exitosas y sostenibles.