La oferta en el sector académico ha crecido considerablemente, y es necesario discernir entre lo serio, lo comercial, y hasta la mera venta de diplomas.
El análisis de Oscar Picardo Joao, publicado en La Prensa Gráfica, comienza señalando que "Actualmente existe una profunda preocupación sobre la calidad, validez y legitimidad de los programas y títulos académicos internacionales. En Latinoamérica están emergiendo una gran cantidad de programas académicos internacionales (virtuales, semipresenciales y presenciales); la expansión de las nuevas redes académicas es un hecho, y dependiendo de la vulnerabilidad legal o educativa de los países así están apareciendo más y más ofertas académicas de pre grado y postgrado, las cuales ofrecen programas con facilidades y ventajas, entre ellas doble o triple titulación, menos presencialidad, trámites expeditos. "
Taiwan firmó un acuerdo con el BCIE por $10 millones, con el fin de apoyar por medio de un préstamo la formación de capital humano universitario en las naciones centroamericanas.
Con este fondo el BCIE podrá facilitar el acceso de estudiantes de los países del istmo a formación técnica y educación superior, en especial a los provenientes de poblaciones de escasos recursos económicos.
Una nueva encuesta mundial revela que, sorprendentemente, los latinoamericanos están mucho más satisfechos con la educación pública de sus países que la gente de otras regiones que obtienen mucho mejores resultados en los exámenes estudiantiles y en los rankings universitarios.
Cuando se les preguntó a los encuestados si estaban satisfechos con el sistema de educación pública de sus países --incluyendo las escuelas primarias, las secundarias y las universidades-- la respuesta fue enormemente positiva.
A diferencia de lo que ocurría antaño, hoy en día, en prácticamente todos los países, se alude a la “educación pública” y a la “privada”.
A diferencia de lo que ocurría antaño, hoy en día, en prácticamente todos los países, se alude a la “educación pública” y a la “privada”. Ambas clasificaciones son falsas. En el primer caso es para ocultar la desagradable expresión de “educación estatal” (puesto que la educación que se ofrece en el ámbito privado es también para el público), tan bochornosa como la prensa estatal o la literatura estatal. En el segundo caso, allí donde existen ministerios o secretarías de educación y otras reparticiones igualmente absurdas cuya misión es imponer pautas, programas o textos, la llamada educación privada no es propiamente tal. En esa esfera solo es posible decidir la edificación del campus, el color de los uniformes y temas análogos, pero el producto que allí se expende proviene de las resoluciones de la burocracia, ergo la institución es de facto estatal aunque de jure aparezca como privada.