El mercado laboral reporta un cambio estructural, pues cada vez son menos las personas que su trabajo les es remunerado por medio de un salario fijo y en simultáneo se incrementa el número de empleados que ganan por proyecto ejecutado.
Aunque el fenómeno se viene reportando desde hace varios años a nivel global, la pandemia aceleró este proceso, ya que la crisis económica generada por el brote del Covid19 destruyó miles de empleos formales.
En este contexto de severa crisis económica, se estima que en El Salvador se podrían perder 250 mil empleos, de los cuales 35% serían formales y el 65% restante, informales.
Aunque surgirán nuevas ocupaciones, los cambios tecnológicos tendrán un fuerte impacto en la región centroamericana, donde existe una elevada proporción de puestos de trabajo con alto riesgo de automatización.
Según estimaciones realizadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en 2018 se calculaba que el 75% de los trabajadores en Guatemala y El Salvador se encuentran en ocupaciones con alto riesgo de automatización.
La informalidad en el sector laboral, los bajos niveles de tributación y la poca inversión en innovación y desarrollo, son algunos de los frenos que enfrenta el país en materia de competitividad.
El Ministerio de Economía presentó el "Primer Informe Nacional de Competitividad", que analiza más de 200 indicadores obtenidos de índices elaborados por organismo internacionales como Doing Business, Índice de Competitividad, Facilitación de Comercio, Innovación Global, Conectividad e Índice de Desempeño de la Estructura Energética.
En Costa Rica un proyecto de ley pretende obligar a las empresas a que el 25% de sus contrataciones en planilla sea de jóvenes con edades entre 17 y 24 años.
EDITORIAL
El problema de desempleo que afecta a miles de jóvenes en Costa Rica y en los países centroamericanos no se resuelve simplemente obligando a las empresas privadas a contratar determinada proporción de empleados jóvenes, sin importar sus calificaciones y habilidades, o peor aún, sin considerar si existe o no la necesidad real de contratación.
En las economías avanzadas el empleo es cada vez menos estable, mientras que en las que están en desarrollo se profundizan las políticas públicas en sentido contrario, lo que estimula el crecimiento de la informalidad y, paradójicamente, del desempleo.
EDITORIAL
"Es la economía, estúpido".
Usaremos la ya célebre frase acuñada por el estratega de la campaña de Bill Clinton contra George Bush, para poner de manifiesto que el voluntarismo paternalista que está de moda en la gran mayoría de los países de la región, el único efecto que logra es marginar de la economía productiva formal a cada vez más personas, con un efecto final empobrecedor. La globalización exige cada vez más competitividad, lo que solo se logra utilizando con máxima flexibilidad todos los recursos, entre ellos el humano. Esto, que en sí mismo es inhumano, es una realidad que no debe obviarse en la definición y ejecución de las políticas públicas de empleo, si se quiere que sean exitosas y sostenibles.
Solamente tres de cada diez personas ocupadas tienen un empleo asalariado formal, mientras la participación laboral de las mujeres es la mitad de la de los hombres, entre otras razones, porque la legislación laboral cuenta con rigideces que inhiben su inserción laboral.
Del comunicado de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES):