Centroamericanos y demás latinoamericanos viven más preocupados por lo que puede decir o hacer Trump, que por lo único que realmente puede cambiar el destino de pobreza de la región, que es la educación.
Miércoles 7 de Diciembre de 2016
EDITORIAL
Los resultados recién publicados de las pruebas PISA confirman que, en el mejor de los casos, los países latinoamericanos mantienen las posiciones de media tabla hacia abajo en el concierto mundial, y en el peor, se decae en esa medición objetiva de la calidad del más importante recurso para el desarrollo económico y social, la gente y su capacidad cognitiva.
En Centroamérica Costa Rica es el único país que participó en el 2015 en el programa PISA de la OCDE, evaluando los conocimientos de sus jóvenes, lo que ya es destacable, porque el primer paso para gestionar mejor cualquier sistema o empresa es medir sus resultados. Panamá, que participó en el 2009, no lo hizo en el 2015, aunque aparentemente sí lo hará en el 2018. Los demás países del istmo simplemente no participan.
El ascenso de Trump como líder en Estados Unidos -y otras demostraciones en muchas partes del mundo de cansancio con las crecientes y dominantes burocracias que hacen al Estado cada vez menos efectivo en el cumplimiento de sus funciones principales- debe verse como una grave amenaza para todos los países que buscan medrar con las pequeñas ventajas del favoritismo político ideológico mendigado ante las grandes potencias económicas. La selección que está haciendo el próximo presidente de Estados Unidos para cubrir los cargos en su gabinete, indica que se propone hacer mucho de lo que anunció en la campaña electoral. Y es muy posible que Centroamérica sufra los resultados de políticas diseñadas para hacer realidad el concepto "América para los americanos... del Norte". El río Bravo volverá a ser la frontera Sur de Norteamérica, y México, socio comercial muy importante para los países del istmo, será el principal damnificado por el gobierno de Trump. Y a través del sufrimiento de México, también sufrirá Centroamérica.
Debemos dejar de analizar los resultados de las pruebas PISA para compararlos y regocijarnos porque hay países peores que los nuestros, de que mejoramos un puntito porcentual, o porque "dentro de la región no estamos mal". Debemos -YA, AHORA, HOY- dedicar los principales esfuerzos del Estado a mejorar drásticamente los sistemas educativos, comenzando por realizar las pruebas PISA, teniendo como meta alcanzar el nivel no de alguno de nuestros vecinos, sino el de Singapur, Japón o Estonia.
Si es que realmente queremos un mejor futuro para las próximas generaciones -nuestros hijos- debemos dejar de perder tiempo en criticar a Trump -ejercicio inane de charla de café- para enfrentar el corporativismo de los sistemas educativos reacios al cambio, y abandonar nuestro propio conformismo para superar el sentimiento de inferioridad que tenemos ante el mundo desarrollado.
Si no nos gusta Trump lo que debemos hacer no es quejarnos, sino ser mucho más competitivos en todo, especialmente en educación.
La última evaluación del PISA confirma que Costa Rica, Panamá y República Dominicana, únicos países de la región que figuran en su ranking, distan del promedio de resultados obtenidos por el grupo de naciones integrantes de la OCDE.
Aunque en los últimos diez años el gasto promedio por cada estudiante de primaria y secundaria aumentó cerca de 15% en los países de la OCDE, la mayoría de sus estados no reportan avances significativos en materia educativa.
Adoptar las pruebas PISA como herramienta base de la gestión de los sistemas educativos es imprescindible si se quiere superar las fronteras del subdesarrollo.
EDITORIAL
No es infrecuente escuchar de boca de funcionarios de las corporaciones educativas latinoamericanas, que el sistema de evaluación PISA es "injusto", porque compara con los resultados que se obtienen en los países avanzados.
Panamá es el único país centroamericano que participa en la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (PISA).
El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (PISA, por sus siglas en inglés), tiene por objeto evaluar hasta qué punto los alumnos cercanos al final de la educación obligatoria han adquirido algunos de los conocimientos y habilidades necesarios para la participación plena en la sociedad del saber. PISA saca a relucir aquellos países que han alcanzado un buen rendimiento y, al mismo tiempo, un reparto equitativo de oportunidades de aprendizaje, ayudando así a establecer metas ambiciosas para otros países.
Las oportunidades de desarrollo de los niños de América Latina son muy inferiores a las de los niños de los países europeos, de Estados Unidos o Canadá.
El Informe 2010 sobre la Oportunidad Humana en América Latina y el Caribe (IOH), señala que aun los países mejor posicionados en la región, Chile y Uruguay, están muy por debajo de los países del llamado primer mundo, en la disponibilidad de las condiciones necesarias para el desarrollo de los seres humanos que nacen en sus territorios.